La fundación
La aceptación de nuestras diferencias es la base para la amistad cívica. Esa fue la convicción y motor de Ernesto Rodríguez Serra. Hoy, a través de la Fundación Cultural Crítica y Celebración, su legado se mantiene vivo con el mismo compromiso de establecer puentes para el diálogo y el pluralismo.
Vivimos tiempos complejos y extraños. Híperconectados y, al mismo tiempo, cada día más separados. Habitamos ciudades globalizadas donde el desánimo y el descontento avanzan, mientras la capacidad para entendernos retroceden. Paradojas del mundo actual, donde el ruido constante de la información nos hace más difícil escuchar lo que realmente importa.
A casi 40 años de su creación como programa, Crítica y Celebración parece tener más sentido que nunca. Es necesario un espacio de conversación alegre y respetuoso, para voces y miradas múltiples, donde se intenten responder a las grandes preguntas de la sociedad contemporánea.
Gracias al apoyo de la Escuela de Arquitectura y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos UC (Fadeu), buscamos dar lugar a conversaciones que, desde nuestras diferencias, propician la reflexión y el encuentro amistoso. Un espacio donde la diversidad de pensamientos se convierta en un puente para la comprensión mutua.
Nuestro Archivo Ernesto Rodríguez preserva para el futuro casi 40 años de información, artículos, diálogos, debates y reflexiones sobre la contingencia histórica y cultural chilena. Conservar este legado es crucial para entender el presente y los retos que enfrentamos y enfrentaremos.
Directorio
Cristián Undurraga
Cargo
Lucas Sierra
Cargo
Emilio de la Cerda
Cargo
Beltrán Undurraga
Cargo
Bárbara Rozas
Cargo
Juan Ibáñez
Cargo
Francisco Walker
Cargo
Constanza Michelson
CargoColaboradores
Isabel Aninat
CargoJosefina Araos
CargoErnesto Ayala
CargoLoreto Cox
CargoSylvia Eyzaguirre
CargoArturo Fontaine
CargoPedro Gandolfo
CargoNicolás Grau
CargoDaniel Hopenhayn
CargoMartín Hopenhayn
CargoAnton zu Knyphausen
CargoAntonio Lipthay
CargoDaniel Mansuy
CargoJuan Pablo Luna
CargoAldo Mascareño
CargoAïcha Messina
CargoÁlvaro Matus
CargoBeltrán Mena
CargoPablo Oyarzún
CargoRodrigo Pérez de Arce
CargoFernando Pérez Oyarzún
CargoIvana Peric
CargoAndrea Repetto
CargoVicente Serrano
CargoEugenio Tironi
CargoDaniela Vial
CargoManuel Vicuña
CargoManifiesto
“La amistad es el mayor bien para las ciudades”.
- Aristóteles. Política: Libro II
Vivimos, aquí y en otros lugares, en ciudades semejantes pero que se desconocen y desconfían. Tenemos códigos de información globalizados, pero no somos capaces de entendernos. Nuestros mensajes contienen información, pero detrás de ella no hay conocimiento. Lo que llamamos cultura es apenas barniz cultural o entretención o proliferación de consignas. Hemos confundido la información con el conocimiento y, entonces, lo que hacemos no nos mejora la vida. Las consecuencias de esta confusión –en la que trabajo y vida no se encuentran– son el desánimo y el descontento, que se manifiestan en tantas partes y de tantas maneras.
Frente a esto, proponemos un doble ejercicio –alerta y alegre– que hemos llamado Crítica y Celebración. Queremos observar, desde la alegría, que nuestras vidas pueden ser experiencias de conocimiento: “hacer las cosas bien y perseverar en la alegría”, nos dijo Spinoza. Pretendemos practicar lo que pensamos. Por eso, queremos que Crítica y Celebración dé cabida a oficios culturales diversos y miradas distintas. Estamos con Nicanor Parra, que dijo que había que “aprender a vivir en la contradicción, sin conflicto” y con Carla Cordua, que dijo que debiéramos “pensar menos en lo que somos y más en donde estamos”. Confiamos en que, desde nuestras diferencias, creyentes y agnósticos, liberales y orgánicos, conservadores y reformistas, podemos encontrarnos en una amistosa disputa por un bien común. ¿Quiénes, por ahora, no están? Los que se apartan de estas cosas y los que miran a los distintos como enemigos.
Se trata, en cambio, de mirarnos con ojos abiertos, críticos, atentos y –sobre todo– amigos; amigos de nosotros, de los otros y del tiempo duro en que vivimos. Somos animales históricos, capaces de levantar la mirada y decir lo que queremos ser “siempre que la amistad permanezca entre nosotros”. Así dijo Hölderlin, quien compartió con su coetáneo Beethoven la decisión de enfrentar el peligro y atreverse a ser humano, sabiendo que “en medio del peligro surge también lo que salva”. En ellos la experiencia del arte es inseparable de la política. En ese mismo ánimo queremos participar de lo que se está jugando en nuestro tiempo. Los humanos somos animales poéticos y políticos. Respondemos a la urgencia con calma: establecemos conversaciones, conferencias, cursos breves y puntuales; vemos cine, escuchamos música, leemos poemas y nos apoyamos en textos de pensadores y escritores decisivos.
Todo esto lo hacemos desde la Universidad. Ya para el rey Alfonso el Sabio, en el siglo XIII, la Universidad era “el lugar de actividades de maestros y jóvenes para aprender saberes”. Para Andrés Bello, en el origen de nuestra república, era el lugar en el que “todas las verdades se tocan”. Hoy, en medio de presiones y mediciones, la Universidad –en su espíritu– sigue siendo un lugar indispensable para apropiarnos de nuestra existencia individual y pública.
Esperamos estar a la altura del pasado que recogemos y de lo que el tiempo que vivimos nos demanda.